domingo, 27 de noviembre de 2011

Sor Virtudes ha muerto, viva sor Raimunda



Han pasado once días desde que se presentó a nuestras puertas una desconocida que ingresó en el convento bajo el nombre de sor Casta. Su misión personal: autocastigarse. Once días y todavía no se ha autocastigado, se le han pasado las ganas. Es más, participa activamente en el huerto, en la cocina, en la limpieza, y ríe sin parar. La magia intramuros tiene sus efectos milagrosos. Hoy día forma parte de nuestra comunidad de pleno derecho. Ya puede participar en las tertulias de la hora sexta y gozar sin restricciones de la liberté, la egalité y la sororité que se respiran en el convento.

Anteayer quedó con la antigua abadesa nonagenaria (y sorda), sor Virtudes, para charlar y merendar juntas. Sor Hortensia preparó para la ocasión sus galletas de la virgen María, aparte de café, bollos y tetillas de monja que les sirvió sor Terita. Aún no sabemos cómo transcurrió la merienda, aunque nos consta que se prolongó hasta el amanecer, porque sobre medianoche sor Casta pasó por aquí y dejó esta nota:
yujuuuuuuuuuuuuuu!!!!! iba pa la cochina a coger más galletitas. Y es que no me llegnan, creop que adelgabzan porque siento que vuelo.

Venía a pregungar si de verdaz Sor Virtudez no oye, yo creo que si porque mientras cenatamos y charlagamos me miraba mu fijab y se reía muchov. Voy a seguif chazlando.

Manana a la hora esa ya te cuenxo máz
A la hora sexta (la hora "esa" según sor Casta), no se presentó a la tertulia, pero había dejado una nota dirigida a mí que decía lo siguiente:

Querida sor: 
Encontrábame yo esta mañana algo desorientada, perdida, sin rumbo. Sor Virtudes no me hacía caso y decidí salir a pasear por el jardín.  
El aire frío espabila, eso dicen, pero al acercarme a la tapia oí una voz de mujer que me siseaba ssssssss, sssssssssss, sor Castaaaaaaaa, me llamó a gritos. No recuerdo bien su nombre, era algo como grillo y me dijo unas cosas, ay sor, que cosas me dijo. 
Estoy llorando Sor, lloro, y es que cuando no puedo dejar de reir se me saltan las lágrimas.  
La conversación ya te la susurraré al oido que me da yuyu que me lea el grillo pero por las diosas de tu convento yo pido, pedir no, exijo que se me cambie el nombre a Sor Raimunda pero antes avise a las hermanas de que no me llamen Rai que me suena a mata-cucarachas. 
Ahora voy a cambiarme de ropa y a conectarme por internet que de lo que necesito aquí no hay. 

Sor Ex-casta.
¡Misterioso! No entiendo nada.

Viendo que sor Virtudes no acudía tampoco a la tertulia, un destacamento se acercó a su celda. Allí estaba sobre el catre, boca arriba, rejuvenecida, con una dulce sonrisa y, sobre todo, muerta. En las manos tenía un sobre dirigido a Gutapercha de Jabariego y Gerundiez. Aún desconocemos los secretos que contiene.

Sor Virtudes se ha marchado feliz como vivió. Sor Casta pasa a denominarse sor Raimunda. Le ha sentado muy bien la estancia en el convento y sor Virtudes le deja en herencia su celda, la número 9. Estaba escrito y firmado sobre su mesa: Lego mi celda a sor Raimunda, hermana y amiga del alma.

¡Sor Virtudes ha muerto, viva sor Raimunda!

viernes, 25 de noviembre de 2011

Las sores se visten de renos

La clausura engancha. A mí, que siempre me dio pereza salir de tiendas, ahora tengo la excusa perfecta para encargar la ropa por internet sin que me llamen adicta. La semana pasada, sin ir más lejos, pensé que necesitaba un par de pijamas cómodos sin menoscabo de una pizca de coquetería. Os preguntaréis para qué puede querer una hermana clausurada un pijama coqueto y la respuesta es sencilla: lo utilizo para estar en la celda, lo mismo para leer que para meditar, cocinar, escribir o recibir visitas inesperadas de otra sorellas, nunca para dormir. Lo de las visitas, prefiero siempre que sean inesperadas, así tengo siempre una justificación válida para escapar de cualquier protocolo de la buena anfitriona.

Sin más prolegómenos paso a explicaros cómo fue mi compra de pijamas on-line. Entré en el sitio en cuestión y había una oferta de pijamas completos, así como pantalones y camisetas de pijama sueltos. Los primeros me parecían algo muy clásico, de modo que opté por componer mis pijamas mediante piezas independientes en la talla 40:
  • Pantalón de pijama de rayas verticales en color beige y burdeos (los había de rayas horizontales pero hacen más gorda): Al carrito.
  • Camiseta monísima lisa de color burdeos, a tono con las rayas del pantalón, con escote amplio y botones en la pechera, que dan esplendor a mi figura: Al carrito.
  • Pantalón de pijama de rayas verticales color blanco y rosa palo: Al carrito.
  • Camiseta similar a la anterior pero diferente en la abotonadura, color rosa palo liso: Al carrito.
Fin de la compra. 38 euros. Aceptar las condiciones. Pagar con tarjeta. Compra confirmada.

Tres días más tarde llega una enorme caja de la tienda en cuestión. La abro feliz para sacar su contenido:
  • Pantalón de pijama estampado en renos, de color burdeos. Talla 46.
  • Pantalón de pijama estampado en renos, de color azul. Talla 48.
  • Pijama completo: pantalón azul marino y camiseta clásica de pijama azul marino de lana del pirineo... con dibujo de renos, con cuernos blancos y estrellas blancas. Talla 44.
  • Pijama completo: pantalón rosa claro y camiseta clásica de pijama en rosa de lana del pirineo con dibujo de... ¡renos!, con cuernos blancos y estrellas blancas. Talla 44.
  • Sudadera de lana del pirineo azul marino, con capucha y... ¡un reno grande! bordado en el bolsillo izquierdo. Talla 36.
Compruebo que el importe de la compra corresponde a lo que había pedido y ahora tanto reno y tanto cuerno me parece un chollo, así que decido no devolver nada. Me quedo con el pijama azul con renos y ya de paso me lo pongo, aunque el pantalón me arrastra y las mangas de la camiseta me cubren la mano entera. Para regalar el resto, convoco a las hermanas a mi celda. Desfile de modelos en 12 metros cuadrados: ¡Te queda monísimo! ¡Esto me lo quedo yo! ¡Esta fábrica tiene el tallaje pequeñísimo! ¿Me resalta el pecho? ¡Te lo aplasta, sor! 

Al final cuatro sores contentas salen con sus regalos, unas puestos y otras en una bolsa. La pequeña Douda, de Zimbabwe, se queda la sudadera. El pijama rosa de renos se lo lleva la nonagenaria sor Virtudes, después de pelear por él con sor Alicia en un diálogo de besugas. El pantalón de pijama azul con renos se lo lleva sor Rita y el burdeos con renos se lo queda sor Gafi.

Casi todas contentas por 38 euros.

Detalles fotográficos para curiosas e incrédulas
Estampado de renos en mi pijama de lana del pirineo
Reno bordado en la sudadera de sor Douda

jueves, 24 de noviembre de 2011

La mala memoria


Apenas te olvido
me pides un tango
lo bailo contigo
escucho tu alma
me miro en tus ojos
te mezo en mis brazos
me abrasa tu boca
te falta el aliento
me vuelvo de fuego
te vuelves de agua.

De pronto recuerdo
que no te he olvidado
que tú no me olvidas
y al instante olvido
las veinte razones
por las que aquel día
me impuse olvidarte.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Que me quiten lo bailao...

Éramos felices cuando estábamos juntas y ya entonces te lo decía: Si esto un día se acaba, que me quiten lo bailao.



Qué bonito es este tango, mucho más lindo que la homónima y eurovisiva canción. Dice más y sabe mejor. Escucha, cierra los ojos, imagina que lo bailas, no importa si no sabes, con la imaginación todo puedes hacerlo, todo se puede sentir. Te suelto, te recojo, me miras con despecho, te miro con deseo, te alejas, me buscas, me abrazas, te beso, te dejas... La pasión, que es como un tango. La vives mientras lo bailas.
Baila, hermana, baila. Y que luego nos quiten lo bailao
Si tu navegador no admite reproductor de tipo Flash, no te queda otra que oír la música con este enlace a Goear y aguantar la publicidad.


lunes, 21 de noviembre de 2011

No te pierdas


Como nadie mira arriba, tengo que hacer un post para avisar de que hay un plano del convento y un detalle de las celdas y sus moradoras. Mira en la pestaña de arriba (la del blog) en Directorio 1ª planta. Y si no, pincha aquí.

Hay alguna, que no quiero señalar, que dice que no le parece bien estar en una celda en donde de una parte está sor Amor y de la otra una habitación para visitas en plan pareja, que se quiere ir con la jubilada. Pero no.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Jornada electoral: Ejercemos

De las once flores del convento, dos no han acudido a las urnas, dos han votado por correo, tres se han aventurado a llegar hasta las urnas a cara descubierta y otras cuatro votamos desde el coche. Éramos sor Amor, sor Alicia (la de las galletas de la virgen María), sor Casta y servidora. Nos han sacado en la tele y todo a las cuatro cuando el presidente de la mesa electoral se ha acercado hasta el coche, escoltado por la policía, y nos ha tomado los votos, uno a uno. No los de castidad, que esos no los llevábamos encima -excepto sor Casta- ni venían a cuento, sino los de las elecciones del día de hoy al Congreso y al Senado.

No es que llevemos tan a rajatabla lo de la clausura o que nos neguemos rotundamente a que nos vean las caras o se fijen en nuestro bamboleo de caderas, es que -por más que los medios hayan disfrazado la noticia con motivos religiosos o de edad- lo que ha ocurrido de verdad ha sido que la policía no ha dejado salir del coche a sor Casta, creemos que debido a las características de su hábito (en la foto no se ve entero, pero es que por abajo es mu fuerte, Mari) y las demás nos hemos solidarizado con ella y tampoco hemos querido salir. "¡Todas somos sor Casta, que vengan a tomarnos los votos!", dijimos. Nuestro deseo se hizo orden y nuestra orden se hizo voto. Amén.

Durante el día de ayer, incluida parte de la noche, haciendo uso de nuestro derecho a reflexionar, sor Alicia, sor Amor y yo reflexionamos juntas y más bien parecíamos tertulianas de La Noria que serenas y bien avenidas hermanas de la O.D.L. (Orden de Lesbos) a decir de los gritos que nos dábamos cuando unas a otras nos intentábamos convencer de a qué partido votar, a cuál no votar, sobre si abstenernos o votar nulo. Por una-nimiedad llegamos a un acuerdo: no votar a ningún partido que fehacientemente se haya manifestado en contra de los derechos de nuestra Orden. Por lo demás, y para abandonarnos al sueño en paz con nosotras mismas y con las demás, decidimos dejar que cada cual hiciera de su capa un sayo.

Os dejo, que nos vamos todas -menos sor Casta- al refectorio a jugar al bingo electoral mientras asamos unas morcillas de Burgos en la chimenea.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Esto no es un SPA, sor Casta

Ya hemos alojado a la embozada recién llegada, que ha tomado por nombre el de sor Casta. Por decisión unánime la hemos trasladado desde la celda 21, con vistas al amanecer, a la celda 25, con vistas -tapiadas- al mar y sin calefacción. En la celda hay un pequeño camastro de 80 centímetros de ancho, mesita de noche, una mesa con flexo y una estantería vacía.   La celda es colindante con la 27, de sor Amor. 

Ahora llega el momento de ayudarla. Ya sabemos que no somos de la caridad pero eso no implica que no hagamos casi de todo las unas por las otras, con sentido del humor, sin sacrificios ni zarandajas.

Ella quiere castigarse, pero nos lo ha dejado claro: nosotras no podemos castigarla personalmente -de momento-. Por otra parte, aunque parece que hablaba de dolor físico para contrarrestar o anular el dolor del alma, yo no me creo mucho esa teoría, porque si estoy triste y desconsolada lo único que me falta es que me duela una muela para hundirme en la miseria. La proveeremos de lo necesario para que sufra como prefiera.

Por parte de la comunidad hemos echado mano de los primeros auxilios, y prueba de ello es la celda que le hemos asignado. Todavía queda que le hagamos algunos regalos que llenen sus estanterías, cajones y alma para que se sienta lo mejor peor posible.

Por mi parte le voy a regalar un trabajo y dos cosas materiales:

  • entender a sor Amor y que luego me lo explique,
  • un ejemplar de Yo no soy yo, evidentemente, de Torrente Ballester,
  • un hábito que me hice por carnavales, del que dejo foto:

Ya ha tenido promesas de regalos en los susurros del anterior post, que dice aceptar unos de buen grado y otros de mala gana. El que peor va a llevar será el de no poder participar de las comidillas tertulias de la hora sexta, ofrecido por la hermana Gutapercha de Jabariego y Gerundiez. No hay de qué, para eso estamos, sor Casta. Esperamos que en breve puedas abandonar el convento convertida en sor Raimunda.

Al entrar en la celda me ha pedido que, por favor, alguien le regale un berbiquí de barrena o un taladro eléctrico, cuyo destino no ha querido desvelarme, pero sé que no es para colgar cuadros.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¿Qué hacemos con la de la celda 21?

Ayer, bien entrada la noche, me despertaron los campanillazos del torno. Salté de la cama y volé hasta la entrada. Pregunté ¿quién va?, mientras me asomaba por la rejilla. Envuelta en la oscuridad adiviné la silueta de una mujer joven que me susurró: "Querría ingresar en el convento, al menos durante una temporada. No pertenezco a la ODL pero simpatizo con vosotras. ¿Podría ser?"

Le abrí el portón y la invité a pasar. 

- Tenemos muchas celdas vacías, podría enseñártelas para que eligieras una -le dije.

- No. Yo ya he hecho la elección. Quiero la celda de castigo.

- Aquí no tenemos de eso, amiga, pero ¿acaso pretendes que te castiguemos?

- ¡No, no! Vosotras no. Quiero castigarme yo misma. Necesito látigos, cilicios y cualquier otro elemento de auto-tortura que me podáis recomendar.

- ¿Qué culpas terribles quieres purgar?

- Cosas mías.

- Bueno, bueno, ya hablaremos de todo eso mañana, después de reunirnos todas para ver si se acepta tu ingreso. Ahora necesitas dormir. Provisionalmente te voy a llevar a la celda 21, con vistas al amanecer.

¿La admitimos o no?

En caso de que sí, ¿qué nombre de sor le ponemos/sugerimos?

La confesión de Antonia, la asesina del pascuero

Querida Ella:

Como cada año, a más de un mes de las navidades, los grandes almacenes se empiezan a vestir de luces, se va colocando el alumbrado en las calles principales y los mercadillos enrojecen de pascueros.

De pascueros te quería hablar, Ella, de uno en particular, el que está encima de la lavadora y se bambolea en este momento al son del centrifugado. Vino a casa hoy hace dos años, para el cumpleaños de Lola, envuelto en celofán transparente con estampado de frutas y hortalizas de muchos colores. Se lo mandaba su ex, por la que Lola sentía devoción y creo que la siente todavía. Es lo que yo sospecho, porque se le saltaron las lágrimas cuando vio la planta y leyó la tarjeta que la acompañaba "Felisidades mi amor. Siempre tulla, Maite". La puso encima de la lavadora porque dice que ahí recibe la luz más adecuada y porque el masaje vibrador de las centrifugaciones le produce un efecto beneficioso que activa la circulación de la savia. A mí me pone cara de puag cuando mira el pascuero, lo mismo que cuando oye el nombre de Maite, pero yo sé que finge antipatía, porque lo riega, lo mira, le ha puesto nombre y no le quita las hojitas secas porque no se le seca ninguna hojita, y cuando tiene insomnio y se levanta a tomarse un vaso de leche, habla con la dichosa planta. Lo he visto yo con estos ojos, Ella.  No sé lo que le dice, parece que reza. Yo odio a esa maceta y odio a Lola cuando la mira a escondidas con cara de cordera degollada. El año pasado por estas fechas le puse a Lola la maceta y la maleta en la puerta. Vete con ella. No la quiero. Pues no te vayas con ella, pero vete de aquí. No me voy porque te quiero. Yo a ti no, ni a tu puñetera maceta roja. Tira y afloja con resultado de Lola se queda y su maceta vuelve a la lavadora.

Foto del pascuero Jessica
Querida amiga Ella, el pascuero me tiene frita. Desde que entró por esa puerta es como si el aire estuviera espeso y costara respirarlo o moverse a su través. El puñetero no se muere. Ni siquiera se le caen las hojas como les pasa a todos los pascueros que he tenido el gusto de conocer, lo que sería una buena excusa para echarlo al cubo de la basura. Yo todos los días le echo en la tierra unas gotas de amoniaco o de lejía o de agua fuerte o de Cillit Bang, pero parece que está vacunado contra toda clase de venenos. Claro que podría acabar antes tirándolo pero eso sería declararle la guerra a Lola con los humos que se gasta, y además ese es capaz de volver andando a casa y subirse a la lavadora. Te mando una foto para que veas la salud que tiene el jodido pascuero después de un año de tratamiento.

Me siento una psicópata asesina de pascueros y no sabía a quién contárselo. Guárdame el secreto.

Con cariño,

Antonia

jueves, 10 de noviembre de 2011

De profesión, salvadora

Hoy, para la tertulia de la hora sexta, nos hemos dejado caer encima el solecito amable que nos ha traído el día, tumbadas y sentadas en el prado de atrás. Las charlas siempre comienzan por un punto indeterminado que surge al azar, no terminan en tesis alguna y luego cada una, si le apetece, se lleva las ideas a la intimidad de su celda para las horas de meditación. 

Hoy andábamos a vueltas con el latín, puella-puellae, rosa-rosae... y hemos desembocado en plus ultra, dos palabras que a las mayores nos han llevado a recordar aquella conocidísima Operación Plus Ultra de los años sesenta, mediante la cual se seleccionaban niños y niñas distinguidos por actos de heroísmo, abnegación y sacrificio por los demás, a menudo corriendo riesgos vitales. Luego, a la selección de selecciones, la paseaban por España y en alguna ocasión la llevaban a ver al Papa.



Decía sor Hortensia que de ahí le viene a ella su espíritu salvador, cuando de niña escuchaba aquel programa de radio y se le ponían los vellos de punta oyendo hazañas infantiles y soñando con que un día fueran famosos su nombre y su historia como heroína salvadora. Salvó al gato de la vecina, que se había encaramado a un árbol, le dislocó un hombro a una anciana para evitar que la atropellara un carromato, se dejó las pestañas bordando mantillas para sacar adelante a su familia pobre... pero su heroísmo infantil no salió de su casa y apenas tuvo eco en la aldea, llena de niñas que, como ella, aspiraban a ser un día heroínas. Ya adolescente escuchaba historias de abnegación de las vecinas de su pueblo: la que renunció a estudiar y a tener marido por cuidar de su madre enferma, la que aguantó golpe tras golpe de su marido borrachín por no abandonarlo a su suerte. Recordaba las caras de su madre y de las otras mujeres que escuchaban las historias ¡qué gran mujer! ¡una santa! Ella, cuando fuera mayor, quería ser una gran mujer, una santa.

-Y así me fue de mayor -nos contaba sor Hortensia-. Estudié para enfermera, curé muchas heridas y limpié muchas cacas nacionales, lo que no me parecía suficiente heroísmo, de modo que me embarqué con rumbo al oeste de África para curar heridas, limpiar cacas y poner vacunas a los más pobres del mundo, porque me acordaba de aquellas batidas por el pueblo con la hucha del Domund para salvar negritos, hasta que caí enferma de malaria y tuve que volver a mi casa. 

- Me casé con un hombre malo y feo para, con mi amor, convertirlo en guapo y bueno -prosiguió-. Eso no tuvo punto de comparación con lo de África, fue muchísimo peor, porque él siguió malo y feo y yo no acabé con malaria, sino con "de todo un mucho". Luego, cuando me dieron el alta en el hospital, decidí renunciar a ser tan gran mujer y tan santa y me puse a hacer aquello que siempre había deseado y a lo que siempre había renunciado en aras de ser heroína, pero eso no le gustaba a la gente de mi pueblo, que chismorreaban y me miraban de soslayo al pasar. Yo escuchaba decir palabras sueltas: "pobre hombre" (eso iba por mi exmarido), "tortillera de mierda" (eso iba por mí). Entonces sí fui famosa en mi pueblo, pero no heroína. 

-Pero no creáis que por dejar un marido malo y feo para simpatizar con la orden de Lesbos estaba renunciando a mi meta heroica. Me propuse curar con mi amor a Josefita, que venía tan traumatizada como yo de una relación anterior, me propuse comprender y ayudar a Pepita y luego a Juanita, cada una con su saco de problemas y sus correspondientes secuelas indeseables (para mí sobre todo, que es lo que ahora cuenta). Seguí sin ser una heroína ni me llevaron a ningún programa de radio a contar mi abnegación y mis sacrificios. Solamente conseguí ser "nada". Por eso dejé de ser seglar de la Orden y me puse los hábitos de clausura para reflexionar sobre mi ansia de heroísmo. Ya he aprendido y ya me puedo echar de nuevo al mundo.

-¿Y qué es lo que has aprendido? -le preguntamos a coro.

- Eso queda para mis adentros, hermanas. Nunca se aprende en pellejo ajeno, así que aplicaros cada una en vuestros temas y acabad por ser felices, que eso sí que es un acto de heroísmo y de generosidad.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Reparar sueños

Haber dejado caer accidentalmente en sueños un trozo de tarta tiene para mí un significado bastante claro, sobre todo viniendo el regalo de quien venía, nada más y nada menos que de sor Amor, y me he dado cuenta de que en los últimos tiempos he ido perdiendo trozos de tarta también en la vida real, unas veces por desgana, otras por despiste y otras por desconfianza o miedo.

El viernes pasado estaba yo en estas y otras meditaciones cuando tocó y abrió tímidamente mi puerta una novicia recién llegada a la que no había visto aún. Colorada y cabizbaja, me ofreció un pequeño paquete. Una vez lo dejó en mis manos, se marchó tan deprisa que se le volaba el hábito, sin darme tiempo de darle las gracias ni despedirme de ella, ni mucho menos de preguntarle qué era aquello o quién me lo enviaba.

A solas con el paquete en la mano, comencé a abrirlo y apareció una tarjeta con el siguiente mensaje: Espero que esta vez no lo dejes caer al suelo. En el interior había un jugoso pastel, que dejé cuidadosamente sobre la mesa antes de salir corriendo  hacia la celda de sor Amor, pero tuve que correr poco rato porque me estaba esperando en el primer recodo del pasillo. Durante tres días he degustado y compartido con ella ese y otros dulces, atentas ambas a no dejar caer ni una miga.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Dormir ligero, soñar pesado

Hace ya mucho tiempo que duermo ligero, es un sueño de esos que te hace despertar a cada rato y que te deja la sensación de que has estado despierta mientras realmente estabas dormida. Sabes que has dormido porque es imposible que hayas estado pensando esa sarta de tonterías que vas recordando en los intermedios, mientras vas al baño o te ajustas las sábanas.

Anteanoche, sin ir más lejos, soñé que sor Amor venía por calles y tiendas junto a mí y a otras personas sin rostro. Cuando me acercaba o le hablaba, se giraba, no quería ni verme ni oírme. Durante todo ese tiempo, sor Amor era muy bajita, estaba fea y despeinada, ni su cuerpo ni sus facciones eran las suyas, pero yo sabía que era ella. Tenía un pellizco en el estómago por su fealdad, fea por ignorarme. Al rato, durante el mismo paseo, sor Amor me acompañaba a una tienda de artesanía en la que yo quería comprar una ensaladera gigante para hacer la receta de ensalada que ella me enseñó. Entonces era tan guapa como es en realidad, pero más alta, muy bien vestida con falda, botas, una blusa azul celeste y un pañuelo de colores alrededor del cuello, y yo era casi feliz, no del todo porque recordaba que un rato antes ella había sido fea y tenía miedo de que volviera a transformarse.

Cuñita de jugosa tarta
Ayer tuve sueño toda la mañana. Durante minutos o segundos me dormí en la biblioteca, me dormí en la sala de lectura, me dormí en el refectorio, me dormí en un banco del claustro. Por la tarde, ya en mi celda, quise irme a la cama y dormir como mandan las diosas. Cinco minutos pude dormir, y en ellos soñé que sor Amor y yo íbamos de nuevo por calles y tiendas, pero esta vez solas. Ella compró algo en un bazar deslavazado, después fue a un estante y cortó una pequeña cuña de tarta que me dio a comer mientras ella iba al servicio. Era exquisita, la mejor tarta que jamás hubiera probado. No podía creer que en un lugar así pudiera encontrarse un manjar tan delicioso, yo no habría reparado en él, solo ella pudo hacerlo y lo había puesto en mi mano con una mirada llena de amor. Mientras ella iba al baño, y apenas le había dado un mordisco al trozo de tarta, el resto se me cayó al suelo y de pronto sentí desesperación. Quise pedirle a la dependienta una cucharilla para comerme la parte que no estaba en contacto con el suelo. Quise limpiarlo todo para que cuando ella saliera del baño no viese que su trozo de tarta se había convertido en una informe masa estrellada.

En ese punto desperté, aún con ganas de seguir comiendo de la tarta que sor Amor me había dado, con tantas ganas que tuve que pedirle a la hermana portera, que no es de clausura, que saliera a comprarme un trozo de tarta como aquel. Le tuve que explicar cómo era, a qué sabía, cuál era su textura... Volvió con uno bastante parecido y me lo comí con deleite. ¡A tu salud, sor Amor!

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Las internas y sus razones

Aquí, al igual que yo, hay unas pocas internas. Las demás, de la Orden o de fuera de ella, son bienvenidas, entran y salen cuando quieren. Es una clausura relativa, es solo que nosotras, las internas, no salimos, aunque tenemos unas hermosas vistas al exterior desde nuestras celdas, de un lado y allí al fondo, el mar, detrás de la ciudad que bulle de gente. Por los otros tres costados se extiende una hermosa montaña de verdes pinsapos.

Los motivos que nos han llevado a entrar en clausura son diversos pero todos ellos vienen a decir que es necesario apartarse de mundanal ruido durante un tiempo, aunque en la cabeza de unas pocas ronda la idea de "para toda la vida". No es mi caso ni el de la mayoría. Confieso que se está bien aquí, el ambiente es libre y relajado.  ¿Dije ambiente? Sí, lo dije. Decía que el ambiente es libre y relajado para casos en los que se hace obligada la reflexión y la puesta a punto.

Otras y nosotras mismas en ocasiones parecidas a las que nos trajeron aquí, nos hemos echado al ruido, a la actividad frenética, nos hemos volcado en el trabajo, hemos pateado calles y bares, hemos hecho largos viajes, e incluso nos hemos asociado a tugurios sórdidos de mujeres desesperadas. Nada hay tan desesperanzador como entrar en estos últimos y darnos cuenta de que cada una de nosotras carga una enorme mochila sobre las espaldas, mochilas llenas de desamor o de sueños rotos. Las calles, los viajes, los bares, la actividad frenética nos han sentado bien a unas, regular a otras y pésimamente a una minoría. Sea el caso que sea, en esta ocasión nos hemos decidido por la clausura.

Poco a poco, en estas cartas se irán desgranando las historias que a cada una de nosotras nos han traído hasta aquí.