Olía a demonios, que no a sirenas. Nos resultaba difícil creer que pudiera reírse en ese estado, con todas aquellas algas en la cara y la cabeza y tiritando de frío, pero es que conozco a pocas personas capaces, como ella, de reírse de sí misma.
La acompañamos a su celda, llenamos de agua caliente una tina gigante, la desnudamos y la metimos a remojo. Tenía los pies llagados, algunos arañazos y profusión de algas y cieno a lo largo y ancho de su piel desnuda.
- ¿Te caíste al lago? -le preguntó sor Hortensia.
- Nunca llegué al lago -le respondió sor Alicia.
Sor Hortensia y yo nos dijimos en una sola mirada que no entendíamos nada y que la íbamos a dejar relajarse y calentarse tranquila hasta que tuviera ganas y fuerzas de contarnos lo que le habría ocurrido. Mientras lavábamos con cuidado su cuerpo dio algunas cabezadas inmersa en el agua caliente. Se dejó lavar, secar, meter en la cama y arropar. Nos dijo gracias y se quedó dormida.
Mi curiosidad de gata a punto estuvo de ganarle a mi paciencia, pero al final venció esta y esperé a que durmiera durante diez horas y nos contase a todas su aventura a la mañana siguiente, mientras desayunaba chocolate con churros en el refectorio.
3 comentarios:
y mientras las demás sufrimos de impaciencia ante el desenlace de la historia. Muerdo mis uñas a la espera de lo que aconteció. No nos haga padecer más!
completamente de acuerdo con guta, te gusta hacernos sufrir eh!!!! jajaja, desenlace yaaaaaa, besos
No me entero de nada.
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